lunes, 10 de septiembre de 2007

A mi madre Teresa Solórzano

Amor de madre, ¡qué bello amor!
Esencia del don de Dios para
la vida, vida con el don de amar
para dar amor, amor y más amor
de la incontenible fuente
de su mar de amor. ¡Amor!
Que vive en ella dignificando el existir
bendiciendo el diario vivir
y palpitando en el corazón del mundo
con sangre fresca de roja flor
amor de madre, ¡qué lindo amor!

Ese su inmenso amor
es tan profundo como el oro y diamantes
que se extraen de la intimidad
de la madre tierra
al descubrir sus impecables linduras.
Amor de madre, ¡precioso amor!
Permanece manso, humilde y frondoso
como árbol de tiernos arrullos
como cuentos de miles encantos
plantado fértil en ti, en mí...
Acompañando con su ser nuestro andar
como cuando crecíamos de su mano
y la leche de sus pechos nos amamantaba
nutriéndonos de amor por la vida.
Amor de madre, ¡amor de amores!
Manantial que nunca se vacía
torbellino de delicadas caricias
ternura de incuestionable valía
amor que jamás termina de amar
¿quién podrá olvidarlo? ¿Quién?
¿Quién osará decir que es veneno?
Amor de madre es amor del bueno
como frutos de leche y miel
contenidos en el frágil frasco de una vida
y que gota a gota y rocío a rocío
va llenando el caudal de lo tuyo y lo mío
amor de madre, ¡qué bello amor!

Mario Arce Solórzano

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