lunes, 26 de noviembre de 2007

El sexo como moral



Entrevista con Michel Foucault

E: ¿Sigue pensando que su primer volumen de la Historia de la sexualidad, publicado en 1976, es esencial para comprender cómo somos?

M. Foucault: Bueno, actualmente me interesa más lo relacionado con las técnicas del yo que el sexo... El sexo es bastante aburrido.

E: A los griegos tampoco les interesaba demasiado ¿verdad?

M. Foucault: Desde luego que no. Para ellos esa no era una cuestión importante comparada con lo que decían sobre la alimentación o el régimen. Me resulta sumamente interesante el lento desplazamiento de interés que se produjo desde la alimentación (una preocupación omnipresente en Grecia) hacia la sexualidad. Durante los primeros siglos del cristianismo también la alimentación era un tema de mucha mayor importancia que el sexo. Por ejemplo las reglas monacales revelan que el problema que atraía más atención era el de la alimentación. Luego detectamos un progresivo desplazamiento del interés a lo largo de la Edad Media, de modo que a partir del el siglo XVII el tema prioritario es la sexualidad.

E: El segundo tomo de su Historia de la sexualidad (El uso de los placeres) trata casi exclusivamente el tema del sexo.

M. Foucault: Sí. En ese volumen he tratado de mostrar que en el siglo IV a. C. el código de restricciones y prohibiciones de los griegos es prácticamente el mismo que el de los primeros moralistas y médicos del Imperio Romano. Pero creo que la forma que tenían de integrar estas prohibiciones relativas al yo es totalmente diferente. En mi opinión, la razón es que el objetivo principal de esta ética era estético. En primer lugar, esta especie de ética era únicamente un problema de elección personal. En segundo lugar, estaba reservada a una minoría de la población; no se trataba en absoluto de imponer un modelo de conducta para todo el mundo. Lo que se intentaba era, en realidad, tener una existencia hermosa y dejar en la posteridad un recuerdo honorable de la propia vida. Desde luego, esta especie de ética no era una tentativa de normalización aplicable al resto de la población.

Leyendo a Séneca, a Plutarco y al resto de estos autores, me dio la impresión de que se planteaban un gran número de problemas relacionados con el yo (la ética del yo, las tecnologías del yo) A partir de ahí me surgió la idea de escribir otro libro que tratara distintos aspectos de las antiguas tecnologías paganas del yo. Se compone de diferentes escritos sobre el yo: el papel que tienen la lectura y la escritura en la constitución del yo, la experiencia médica del yo, etc.

Lo que más me sorprende de la ética griega es que se preocupaban más de su propia conducta moral o ética, y de la relación que mantenían consigo mismos y con los otros, que de las cuestiones religiosas. ¿Qué ocurre tras la muerte? ¿Intervienen los dioses, o no? Estos son asuntos de poca importancia para ellos, ya que no estaban relacionadas con su ética. Además, esta ética no iba ligada a un sistema legal. Las leyes que regulaban la conducta sexual no eran muy numerosas ni tenían demasiada fuerza. A los griegos lo que les interesaba era constituir una ética que fuera una estética de la existencia.

Pues bien, me pregunto si no se plantea en la actualidad un problema bastante similar, teniendo en cuenta que la mayoría de nosotros no creemos ya que la ética esté fundada en ninguna religión, ni deseamos que exista un sistema legal que regule nuestra vida privada. Por otra parte, los actuales movimientos de liberación no logran encontrar principios sobre los cuales sustentar una nueva ética. Aunque tienen necesidad de una ética, no encuentran más que pretendidos conocimientos científicos acerca de lo que es el yo, el deseo, el inconsciente... Estos paralelismos son sorprendentes.

E: ¿Cree usted, entonces, que los griegos ofrecen una alternativa atrayente y plausible?

M. Foucault: Por supuesto que no; no busco soluciones fáciles. Un problema no se resuelve acudiendo a las soluciones que se propusieron en otros tiempos y para otras gentes. Mi intención no es hacer una historia de las soluciones, y por eso no puedo aceptar el término "alternativa". Más bien, lo que trato de hacer es hacer es una genealogía de los problemas y de las problematizaciones. Aunque mi actitud no es apática, sino que conduce a un activismo que no excluye el pesimismo.

E: Sin embargo, aunque la vida de los griegos no fuera perfecta, parece ofrecer una alternativa seductora al permanente autoanálisis del cristianismo.

M. Foucault: Bueno, la ética griega estaba relacionada con una sociedad puramente masculina, donde existía la esclavitud; una sociedad en la que las mujeres eran seres sexualmente inferiores y en la que, si estaban casadas, debían cumplir con su función de esposas.

E: La mujer estaba dominada, pero el amor homosexual, sin duda, estaba menos problematizado que ahora.

M. Foucault: Eso no es tanto como parece. En la cultura griega existe una abundante y destacada literatura sobre el amor de los muchachos, y los historiadores han visto en ello la prueba de que los griegos lo practicaban. Pero eso prueba también que esa clase de amor suscitaba problemas. En efecto, si no hubiera ningún problema, los griegos habrían hablado de él en los mismos términos que al hablar del amor heterosexual. Ocurría que se consideraba inadmisible que un joven destinado a convertirse en hombre libre pudiera ser dominado y utilizado como un objeto para placer de otro. Una mujer o un esclavo podían hacer el papel de pasivos, ya que ello formaba parte de su naturaleza y de su estatus social. Todas estas reflexiones filosóficas sobre el amor de los jóvenes prueban que los griegos no podían integrar esta práctica con normalidad en el ámbito de su yo social. Ni tan siquiera podían llegar a imaginar que existiera la posibilidad de una reciprocidad de placer entre el muchacho y un hombre adulto. Así, Plutarco, por poner un ejemplo, cuando dice que el amor a los muchachos es problemático no es porque considere que ese tipo de amor sea contra natura. Lo que dice es: "No puede haber reciprocidad en las relaciones físicas entre un muchacho y un hombre".

E: Hay algo que señala Aristóteles acerca de la cultura griega que usted no ha mencionado, pero que a mi me parece muy importante: el tema de la amistad. En la literatura clásica la amistad es el lugar del reconocimiento mutuo. Al leer tanto a Aristóteles como a Cicerón, parece que la consideran la virtud más elevada, pues es desinteresada y duradera, no tiene precio, y no niega el placer.

M. Foucault: El uso de los placeres es un libro sobre ética sexual, no sobre el amor, la amistad o la reciprocidad. Es significativo que Platón, cuando trata de fundir la amistad con el amor hacia los muchachos tenga que desechar las relaciones sexuales. La amistad es recíproca, cosa que no ocurre con las relaciones sexuales: en las relaciones sexuales uno tiene que ser activo o pasivo, penetrar o ser penetrado. Donde hay amistad es difícil que existan relaciones sexuales; una de las razones por la que los griegos sintieron la necesidad de justificar filosóficamente este tipo de amor es que no se concebía la reciprocidad física. En el Banquete, Jenofonte nos dice que Sócrates señalaba que en las relaciones entre un adulto y un muchacho, este no es más que el espectador del placer del hombre; aún más, que es deshonroso para el muchacho sentir cualquier tipo de placer en la relación con el adulto.

Lo que quisiera plantear, entonces, es lo siguiente: ¿somos capaces de tener una ética de los actos y de su placer que considere el placer del otro? ¿Es el placer del otro algo que pueda ser integrado en nuestro propio placer, sin referencia a la ley, al matrimonio o a cualquier otra obligación?

(...)

E: ¿Y cual era el concepto que tenían los griegos de desviación?

M. Foucault: Según su ética sexual la diferencia no estaba en preferir a los mujeres o a los hombres, ni en hacer el amor de una u otra forma. Era más bien una cuestión de cantidad, y de actuar como activo o como pasivo; en ser esclavo de los propios deseos o maestro de ellos.

E: ¿Y si alguien hacía tanto el amor que su salud podía resentirse?

M. Foucault: Eso era lo que ellos llamaban "la hybris", el exceso. No se planteaban el tema de la desviación, sino el del exceso o la moderación.

E: ¿Y qué hacían los griegos con gente?

M. Foucault: Eran consideradas personas de mala reputación.

E: ¿Pero intentaban curarlos o llevarlos al buen camino?

M. Foucault: Bueno, existían ejercicios para que uno aprendiera a gobernarse a sí mismo. Epicteto afirmaba que uno debería poder mirar a una joven hermosa o a un muchacho bello sin sentir deseo por ella o por él. Para conseguir esto era preciso convertirse en maestro de uno mismo.

En la sociedad griega existía una corriente de pensamiento que promovía la austeridad sexual; era esta una creación de gentes cultivadas que deseaban dar a su vida belleza e intensidad. Algo parecido ha ocurrido aquí desde el siglo XIX cuando, para alcanzar una vida más bella la gente ha tratado de liberarse de la represión sexual inculcada por la sociedad desde la infancia. En Grecia, probablemente Gide hubiera sido un filósofo austero.

E: Así que, para alcanzar una existencia hermosa los Griegos eran austeros, mientras que nosotros buscamos la realización personal en la ciencia psicológica.

M. Foucault: Eso es. Contamos con todo un tesoro de procedimientos, técnicas, y conceptos que han sido creados por la humanidad. No es que podamos reactivarlos, pero al menos podemos emplearlos como instrumentos para analizar la realidad actual y cambiarla. Desde luego, no podemos elegir el mundo griego en vez del nuestro, pero comprobar que algunos de nuestros principios éticos estuvieron ligados en cierto momento a una estética de la existencia puede constituir un análisis histórico útil. Durante siglos hemos estado convencidos de que existían relaciones analizables entre la ética personal que rige nuestra vida cotidiana y las grandes estructuras políticas y socio-económicas. Hemos pensado que no podíamos cambiar nada de nuestra vida sexual o familiar sin que eso trastocara la economía, el sistema democrático, etc. Considero que deberíamos desembarazarnos de esa idea de que existe una relación necesaria entre la ética y las estructuras sociales, económicas o políticas. Esto no significa, naturalmente, que no existan relaciones, pero se trata de relaciones variables.

E: Entonces, ¿qué tipo de ética podemos construir ahora que sabemos que entre la ética y las otras estructuras existe una coagulación histórica y no una relación necesaria?

M. Foucault: Lo que me sorprende es el hecho de que en nuestra sociedad el arte se haya convertido en algo que no concierne más que a la materia, no a los individuos ni a la vida, que el arte sea una especialidad hecha sólo por los expertos, por los artistas. ¿Por qué no podría cada uno hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué esta lámpara o esta casa puede ser un objeto de arte pero mi vida no?

E: Entonces, si el hombre ha de crearse a sí mismo sin recurrir al conocimiento ni a reglas universales ¿en qué difiere su planteamiento del existencialismo de Sartre?

M. Foucault: Creo que desde un punto de vista teórico, Sartre, a través de la noción moral de autenticidad, retoma la idea de que debemos ser nosotros mismos, es decir, convertirnos en nuestro verdadero yo. Pero podríamos ligar su pensamiento teórico con el concepto de creatividad, y no con el de autenticidad. Si el yo no nos viene dado, llegamos a una consecuencia práctica: debemos constituirnos a nosotros mismos, fabricarnos, crearnos como si fueramos una obra de arte.

(...)


Fin
Fuente: Le Nouvel Observateur, junio de 1984.

¿Qué nombre lo pondremos?




NIÑOS

Adán El que está hecho con tierra.

Adolfo Guerrero noble.

Adrián Venido de la ciudad del mar.

Agustín Derivado de augusto.

Alberto Brillante por su nobleza.

NIÑAS

Ada La que irradia alegría

Adela De doble estirpe. reina madre.

Adriana Nacida en la cuidad del mar.

Alejandra Defensora de los hombres.

Amalia Mujer despreocupada.

Buenos Amigos

Cierto día el pajarito Pipo le preguntó a su mamá,
-¿Mamá, puedo ir a la casa de mi amigo Lilo a jugar?
-Sí puedes, pero sólo por un rato porque tenemos
que ir a visitar a tu abuela.-Le respondió la mamá.




Lilo era un gatito.
Lilo no tenía alas,
pero tenía bigotes.





Pipo no tenía bigotes,
pero tenía alas.




A Lilo le gustaba beber leche.




A Pipo le gustaba
comer semillas.




Ambos eran diferentes. Pipo y Lilo eran muy buenos amigos. Ese día jugaron mucho y se divirtieron.

Pipo regresó a su casa muy contento. La mamá de Pipo le preguntó, -¿Te divertiste?
-Mucho. -Respondió Pipo. -¡Es bueno tener amigos!

La Competencia de Patinetas




Don Sapoconcho había reunido a los animales del monte en un claro cerca de la quebrada. Allí con su gran voz hizo el anuncio: __El próximo domingo, a las diez de la mañana, será la competencia de patinetas. En la misma podrán participar todos los que deseen. Habrá un gran premio para el ganador...

__¿Cuál será el premio? __le interrumpió la grulla

__El premio consistirá de un viaje con gastos pagados alrededor de Puerto Rico, incluyendo a las islas de Vieques y Culebra. __Le contestó don Sapoconcho, disimulando la interrupción.



__¡Ese premio lo gano yo! __exclamó el guaraguao.

__¡Eso lo veremos! __le replicó el gorrión.

__Ya comencé a entrenar __le murmuró el múcaro, en el oído, a la lagartija.
Y así, fueron expresándose uno tras otro; cada quien, reclamando la victoria. La reunión duró hasta que las sombras de la noche obligaron a cada uno de los presentes a buscar refugio en su morada.

Apenas despuntó el sol del siguiente día, cuando el monte se llenó de voces y ruidos de patinetas. Unos las corrían, otros aceitaban las ruedas, otros las reparaban... Había un gran alborozo y entusiasmo. Todos lucían felices; contentos. Bueno, casi todos, porque la cotorra ni tenía patineta ni sabía correrla. La pobre se encontraba muy triste, mirando desde el hueco de su árbol a los que practicaban. Fue entonces, cuando escuchó la voz de su amigo el colibrí:

__Hola cotorra.

__Qué tal colibrí __contestó con voz apagada.






__¿Qué te pasa? ¿Por qué no estás practicando para la carrera?

La cotorra le contó su problema y al terminar no pudo evitar que la tristeza le humedeciera los ojos. El colibrí, que era muy buen amigo, muy dispuesto le dijo: __¡No seas tontita!, ¡No vayas a llorar!, todavía faltan seis días para la carrera. Yo te prestaré la mía y te enseñaré a correrla.

__¿Pero, y tú?

__No puedo participar, porque ese día tengo que acompañar a mi esposa. Ella está empollando tres huevecillos y... ¡tú sabes!

__¡Qué buen amigo eres! __exclamó agradecida la cotorra.

Con gran paciencia y esmero, el colibrí le enseñó a correr patineta. El día antes de la competencia le dijo: __Veo que has aprendido muy bien a correr la patineta; ahora te diré el secreto para desarrollar gran velocidad

__¡Falta qué me hace! Pues, no alcanzo a desarrollar velocidad suficiente al correrla.

__Observa bien, lo que tienes que hacer es agitar las alas de esta manera, así, ¡ves!
Y como todos sabemos que los colibríes son expertos en agitar sus alas, podemos fácilmente imaginar lo bien que le enseñó.

El día de la carrera se inscribieron veintisiete competidores. No los nombro a todos porque la lista sería muy larga. Pero puedo decir que el más grande de ellos era el guaraguao y el más chico la vaquita de Sampedro, que así se llamaba aquel pequeño escarabajo.

__¡Dieron la salida! ¡Y todos arrancaron muy entusiasmados! La cotorra que había salido en cuarta posición vio cómo al pasar la primera curva de la carrera el guaraguao empujó con un fuerte aletazo a la vaquita de Sampedro, que corría en primer lugar, hacia el tercer lugar por donde venía el múcaro, y vio cómo éste de un picotazo la sacaba de carrera, empujándola con tanta fuerza, que vaquita y patineta fueron a dar contra un árbol a orillas de la pista. La cotorra se detuvo, para ver si la vaquita de Sampedro estaba herida.

__¡Eso no es justo! No, ¡eso no está bien! ¡Las carreras se ganan limpiamente! __le decía mientras la ayudaba a levantarse.

__Estoy bien, ¡es que soy tan pequeña... __dijo la Vaquita de Sampedro, casi a punto de llorar.

__¡Anda! ¡Súbete a la patineta, volvamos a la pista! ¡La carrera no ha terminado aún! ¡Ven, qué yo te ayudaré!

Y así fue. La cotorra, corriendo detrás de la vaquita la impulsaba, moviendo sus alas tal y como le habían enseñado. Uno tras otro, tras otro, de los corredores, fueron quedando atrás. Faltaban apenas dos metros de distancia para la llegada... cuando un zumbido le borró la sonrisa de triunfo al guaraguao, quien se aprestaba a cruzar la meta. Era la vaquita de Sampedro seguida por la cotorra, que pasaban por su lado con la velocidad de un relámpago. Minutos después, don Sapoconcho anunciaba así el orden oficial de llegada: "En primer lugar la vaquita de Sampedro, en segundo lugar La cotorra, en tercer lugar el guaraguao, en cuarto lugar... Bueno, dejemos hasta aquí el orden de llegada, y veamos cómo termina nuestro cuento.

__Gracias amiga cotorra, sin ti no hubiese podido ganar.

__¡No es nada! __contestó la cotorra, sonriente, recordando que a ella también la habían ayudado.

__Ven te invito a visitar a un amigo.

Al llegar al nido del colibrí, lo encontraron celebrando junto a su esposa; la llegada de sus tres polluelos. Esa tarde fue una de alegría y gozo.


Andrés Díaz Marrero

Altarriba



Don Arturo y don Alberto García Carraffa en su obra "Enciclopedia Heráldica y Genealógica de Apellidos Hispanoamericanos" dicen acerca del apellido Altarriba, que en Cataluña y Aragón han existido varias familias así apellidadas, probablemente originarias de un mismo solar y tronco.

Créese que el primitivo solar del linaje radicó en el lugar de Altarriba, del que tomó el nombre, Ayuntamiento de Estarás, partido judicial de Cervera, en la provincia de Lérida, y que de ese solar dimanaron todas las casas del apellido.
En el siglo XIV ya florecían en Aragón individuos de ese linaje.

Pedro de Altarriba sirvió al Rey aragonés Don Pedro IV en 1360, siendo Capitán de una armada de galeras que envió contra el Monarca de Castilla.

Felipe y Rodrigo de Altarriba asistieron a la jura del Rey de Aragón Don Juan II, y Mosén Juan de Altarriba asistió a las Cortes de 1446.

Por último señalar que en el "Diccionario de Apellidos Aragoneses", se documentan dos casas del apellido Altarriba, a juzgar por la diferencia en sus armas, ambas originarias del lugar de Huerto y documentados posteriormente en Sariñena, Monzón y Ribagorza.

Armas: unos Altarriba aragoneses originarios del lugar de Huerto, usaron: En campo de gules, tres bandas de plata.

Madre sirena

Te digo al llegar, madre,
que tú eres como el mar; que aunque las olas
de tus años se cambien y se muden,
siempre es igual tu sitio
al paso de mi alma.

No es preciso medida
ni cálculo para el conocimiento
de ese cielo de tu alma;
el color, hora eterna,
la luz de tu poniente,
te señalan ¡Oh, madre! entre las olas,
conocida y eterna en su mudanza.

A mi madre

Generosa Oceanía de silencios
tu palabra de amor me levantó
más allá de mis plegarias de luz,
grabando en mármol azul, tu voz
que en mi boca crepuscular anidó
la esencia total de tus sentimientos.

La clara concepción de tus caminos
me lleva transparente por las sombras,
recojo el mensaje de la vida
que en el bautismo de mis días,
tus ojos grabaron en mi memoria.

Así, soy en ti, la poesía
tu sacrificio y tu dolor me marcaron
y forjaron en mí el concepto de la hombría
tus azules manos artesanas tallaron en mí
la verdad, el trabajo y el honor.

Día a día seguí tus lágrimas
y noche tras noche caminé tus oraciones;
te vi caer de las sombras del cansancio
cuando la noche rompía tu fortaleza,
y al segundo de tu entrega
vi alzarse tu estatura astral
en la galaxia de la vida y de la muerte.

Y hoy que soy un universo de luz,
y un huracán desmedido de ilusiones,
vivo la pasión y el amor
con la misma intensidad que has vivido tu dolor;
admiro tus batallas, madre mía;
como silueta dibujada en el océano azul
con la presencia inconfundible de la luz.

Soy en ti la prolongación rumorosa de tus sueños
y la voz universal de seis corazones invisibles,
que hacen presente el homenaje de amor
en el reino silencioso de tu entrega total.



~ Alejandro Latorre Quintanilla ~