lunes, 5 de noviembre de 2007

Octavo Mes de Embarazo


Definitivamente, se centran las preocupaciones en el evento periparto y se acuerda con el médico tratante el lugar elegido para la atención del parto y las situaciones a considerar para acudir a dicho centro, especialmente molestias propias de embarazo y las contracciones uterinas dolorosas que amenazan con el inicio del trabajo de parto.

Período Peri-Parto : Es el período que rodea al parto. Va entre las semanas 38 y 42, aunque hay ciertas escuelas que fijan el inicio incluso en las semanas 35 a 36. Se caracteriza por presentar síntomas que tienen como función preparar los genitales para el parto: Se ablanda, centraliza y adelgaza el cuello del útero, el útero genera más contracciones, que no son de parto, y el feto se fija en la pelvis.

Habitualmente es el momento (alrededor de las 35 semanas) de realizar una charla educativa con la matrona que participará en todo el proceso periparto, si es que no se produce el encuentro antes por alguna otra circunstancia que lo ameritara.

Para las 37 semanas ya se habla de un embarazo de término y los riesgos al nacer son los mínimos desde esta fecha hasta las 42 semanas.

Si es considerado necesario, se realizará una última ecografía con el objetivo de evaluar el peso fetal y tratar de proyectarlo al momento del parto. En esa ocasión también se estima la proporcionalidad feto-pelviana y se hace una evaluación de la función de la llamada unidad fetoplacentaria (UFP).

Unidad Feto-Placentaria : Es la unión funcional y zona de intercambio entre la madre y el feto. Corresponde exactamente a la placenta.

Se conversa del tipo de parto, del tipo de anestesia, y de los profesionales involucrados en la atención del binomio madre-hijo durante el trabajo de parto y el parto mismo.

Hacia fines de este mes la madre alcanza su peso definitivo y siente las mayores molestias relacionadas con el embarazo normal.

El niño ya se orienta en su presentación definitiva para el nacimiento, llegando a pesar a fines de este mes (39 semanas de embarazo), alrededor de 3300 grs.



Niño Parpadeando
Corazón Latiendo



DESARROLLO FETAL EXTERNO

Los testículos entran en el escroto.

  • El niño sigue creciendo y aumentando de peso: llega ya a los 45 cms., y 2700 kgs. de peso. Cuerpo y cabeza aparecen ya de forma proporcionada a la que será en el momento de nacer.

  • La piel es rosada y lisa. Se cae el vello que hasta esos momentos lo protegía.

  • El nuevo ser está creando las necesarias reservas de grasa bajo su piel.

  • Las pupilas ya reaccionan a la luz

  • Las uñas han alcanzado la punta de los dedos.

  • Se produce la regresión de los vasos hialoideos del cristalino.

  • Los testículos entran en el escroto.



DESARROLLO FETAL INTERNO

  • Se produce la regresión de los vasos hialoideos del cristalino.

  • Los testículos entran en el escroto.

El Cuento de las “Buenas Noches”




Hace mucho tiempo existía un lejano lugar en donde nadie dormía. Ni grandes ni chicos, ni varones ni hembras dormían. En fin, lo que se dice nadie. ¡Nadie dormía! Durante el día los mayores trabajaban y los más chicos estudiaban y jugaban como es costumbre. Al anochecer se sentaban o se acostaban a descansar, pero, eso sí, sin dormir un sólo instante, porque a pesar del cansancio no lograban hacerlo. El tiempo de la noche lo pasaban conversando. Los adultos eran más conversadores que los niños, que por haber jugado mucho durante las horas del día sólo sentían deseos de tararear alguna que otra canción. Así que, tanto los mayores como los chicos, terminaban con un enorme aburrimiento; bien sea mirando al techo o contemplando fijamente la triste superficie de las paredes. Los adultos terminaban hinchados de silencio; porque después de hablar, hablar y hablar se les cansaba la lengua y las palabras se negaban a salir de sus bocas. Todo esto ocurría en el transcurso de la noche. Y como sabemos que detrás de cada día llega la noche, bien podemos imaginar como se sentían.

Cierto día, los vecinos, decidieron consultar su problema con doña Esperanza; quien vivía al otro lado de las montañas. Ella, al contrario de sus vecinos, a la llegada de cada noche, dormía con placidez. Aunque, a decir verdad, no sabía cómo lo lograba; ni podía explicarlo. doña Esperanza tenía fama de ser la abuela más sabia de aquella región. Ya que, había adquirido su sabiduría del mucho tiempo que había vivido, de los buenos libros que leía y del contacto directo con la naturaleza. Ella se pasaba estudiando la vida de los pájaros, las costumbres de los animales y el uso de las plantas medicinales para conservar la salud. Luego de haber escuchado la preocupación de sus amigos, como no sabía la respuesta se propuso encontrarla. Por tres noches consecutivas se retiró al campo. Allí en la tranquilidad y recogimiento que éste ofrecía, estuvo observando a los animales para ver como pasaban las noches sin aburrirse. Descubrió que cuando éstos iban a descansar buscaban un lugar cómodo, se echaban en él y cerraban los párpados. De esta forma pasaban la noche con una dulce serenidad.

Doña Esperanza le llevó la noticia a sus vecinos; quienes, luego de escuchar su explicación, le prometieron que a la hora de retirarse buscarían un lugar cómodo y cerrarían los ojos, tal como ella les había indicado. Así lo hicieron. Pero, no se les quitó el aburrimiento. Cada uno estaba igual que al principio, soberanamente aburrido, con la diferencia de que, esta vez, lo estaban con los ojos cerrados. Apenas hubo madrugado, los vecinos fueron al hogar de doña Esperanza y le contaron lo que les había acontecido. doña Esperanza regresó al campo a observar nuevamente a los animales mientras dormían. Trató de hablar con los que tenían los ojos cerrados, pero algunos ni siquiera la oyeron de lo dormidos que estaban; otros se despertaron enfadados por haberles sido interrumpido el sueño. Se disculpó con ellos. A los que no se enfadaron les hizo varias preguntas, pero ninguno pudo explicarle cómo era que cerrando los ojos lograban evitar el aburrimiento. Para no incomodar a los que volvieron a cerrar sus párpados, y, para no despertar a los que no la escucharon la primera vez, se alejó despacito y silenciosa del lugar. Caminó hacia la ribera del río, y allí se sentó a meditar.


Fue entonces, cuando vio la lucecita de un cocuyo, y escuchó la voz más dulce que en su vida había escuchado.
-Yo tengo la solución a tu problema- le dijo el cocuyo.
-Me sentiría feliz si me la dijeras; pues, con ella mis amigos se pondrían muy contentos.
-La felicidad más grande es la que se consigue haciendo feliz a los demás. La felicidad es como mi lucecita; que brilla más cuando los niños buenos y los adultos nobles me miran con cariño.
-Pero, ¿y la solución?
-¡Ah!, ¡sí, La solución! Bien, la solución es poseer el don de la fantasía y el ensueño.
-¿El don de qué?
-De la fantasía y el ensueño
-¿Dónde lo puedo conseguir?

-Pon tus manos debajo mis alas, cuando las agite, recibirás en ellas el polen de los ensueños y de la fantasía. Lo he recolectado de las flores que en las noches se bañan con el polvo de las estrellas y se perfuman con la fragancia de los rayos plateados de la luna. Úntaselo en los párpados a tus amigos y los verás soñar... -¡Soñar! -suspiró La abuela entusiasmada, a lo que el cocuyo añadió -Soñar es la magia de la vida. Es ver hacia adentro de uno mismo, dejando que la imaginación recorra libremente cada célula de nuestro cuerpo. Es dejar libre a la fantasía para que nos alegre el corazón. El cocuyo hizo vibrar sus alas; y la abuela recogió en sus manos el polen de la fantasía y el ensueño. -Gracias por tan hermoso regalo. Se lo llevaré enseguida a mis amigos. -El cocuyo apagó y encendió su lucecita varias veces en señal de agrado, y se marchó. Y fue así, como los habitantes de aquel lugar conocieron el sueño. Desde entonces, los niños sueñan con caminos de estrellas y con mundos nuevos de aventuras. Los mayores sueñan con el amor, la alegría y la paz. Doña Esperanza también sueña; trabaja y sueña, estudia y sueña. Sus vecinos la llaman Poeta, porque a diario está buscando la forma de convertir esos hermosos sueños en realidad.


(Dedicado a la escritora puertorriqueña, Isabelita Freire)
Andrés Díaz Marrero

Flor de moriviví


Cuando Yukibo miró a Cohaí, sintió que el corazón se le derramaba por las pupilas. Ella, ante la intensa mirada de Yukibo, bajó la vista y ambos quedaron atrapados por el dulce imán del amor. Los padres de Yukibo y Cohaí vivían en distintos yucayeyes Cada segunda luna llena se visitaban entre sí. Yukibo y Cohaí aprovechaban estos encuentros para conversar, reír y compartir ensueños.

Narrativa breve
Literatura para niños, jóvenes
y adultos
Cuentos de Puerto Rico



_¿Me amas?
_Como a la luz del sol. Esa luz que nutre y da vida a todo cuanto alcanza; te amo como a la hierba, a los árboles, al sonoro cantar de la quebrada…
_Yo también te quiero; y cuando no estás conmigo te extraño; pues me haces falta como al cielo las nubes; como al ave las alas…

Algún tiempo después, la pareja de enamorados con el consentimiento de sus respectivos padres fijaron la fecha de la boda. Pero antes de que ésta se llevara a cabo, el bohique le solicitó al padre de Cohaí que se la diera en matrimonio.
_es un honor, ¡gran señor!, que usted quiera pertenecer a nuestra familia, pero Cohaí ya está comprometida. Sin embargo, tengo otra hija que la iguala en dulzura y belleza. Con gusto se la cedo en matrimonio.
_¡Quiero a Cohaí!
_ Ella tiene a Yukibo en su corazón.
_La enseñaré a quererme.
_ Pero, ya está fijada la fecha de la boda...
_¡Ella será mi esposa! No olvides que soy el gran bohíque
_Lo siento, pero…
_¡Ya verás de lo que soy capaz_le interrumpió el bohíque, y se marchó furioso, dando grandes voces. Cohaí, escondida tras el telar, había escuchado la conversación; y temblorosa lloraba. Desde ese día el bohíque mantuvo a Cohaí en constante asedio. La seguía hasta el mercado, y cuando ella lavaba ropa en el río se le aparecía de repente con la intención de raptarla. Cosa que nunca pudo lograr; pues, el padre de ella y Yukibo se alternaban para acompañarla. Lleno de ira, al ver que no lograba su propósito, el bohíque, utilizando sus conocimientos de hechicero convocó al espíritu del mal:_¡Grande y sublime, Tuyra, dios de la desolación y la venganza, acude a mí! ¡Uña de urubú rabo de anolis, yerba anamú, patas de bibijaguas y agua de naiboa corta a Yukibo mi anki! ¡destrúyelo! _clamaba, mientras preparaba un poderoso veneno.

El bohíque dejó de perseguir a Cohaí. Las familias de los novios, creyendo que éste había desistido de su propósito continuaban felices con los preparativos de la boda. Tres días antes de la boda, y según la costumbre, los amigos del novio se reunían con él para embijarlo, es decir, cubrir su cuerpo con achiote. El rito de la bija era una ceremonia en la que se compartían manjares y bebidas con el novio. El astuto bohíque, sin que nadie lo viera, mezcló el veneno que había llevado escondido con la comida destinada al novio. Yukibo, ajeno a tal maldad, comió y bebió entusiasmado. A partir de ese momento, comenzó a enfermar. Minutos antes de que se celebrara la boda moría, sin que familiares y amigos adivinaran la causa.

Después de una breve ceremonia, los amigos y deudos enterraron el cuerpo. Todos se marcharon, menos Cohaí; quien no cesaba
de clamar ante la tumba de Yukibo:
_Yocahú, escucha mi ruego, ¡devuélvele la vida a mi amado!, ¡regrésale su naniki !
_Cohaí, ¡basta ya de llorar! _Escuchó que una grave, pero dulce voz le decía.
_¡Yocahú!
_Sí, soy yo. No puedo devolverle el naniqui a Yukibo pero puedo transformarlo antes de que huya de su cuerpo.

Hubo un intenso ventarrón, apartáronse las nubes del cerrado cielo y un destello de luz penetró en la tumba de Yukibo.
Cohaí, sorprendida, vio salir de la tumba un hermoso ruiseñor. Sintió un breve aleteo sobre su cabeza y luego lo vio perderse en el gris del horizonte.

Muerto Yukibo, el bohíque obtuvo el permiso para casarse con Cohaí. Viendo acercarse la fecha de la boda, Cohaí, suplicaba amargamente:



_¡Ay, muerte recelosa que me esquivas!
¡Oh, muerte de mi amado!,
¡borrar de mí su amor,
tú no has logrado!
Pues tiembla, a su recuerdo,
y se enternece este afán de dulzura,
que mis lágrimas riegan con ternura:
capullo florecido y perfumado,
que sólo a él responde
llanto que no se esconde
y que anhela llegar pronto a su lado...


El ruiseñor, que ha escuchado la súplica de su amada, vuela hasta lo alto del Yunque a pedirle ayuda a Yocahú.



_¡Bondadoso señor!,
tú, que le das dulzura al agua de los ríos
con que saciamos nuestra sed;
que haces brotar los frutos de la tierra
con que nos sustentamos.
Tú, que enciendes el farol de la mañana
y lo guardas al terminar la tarde,
escucha el llanto de mi amada.
Escucha la tristeza de mi canto.
Dime, cómo evitar que Cohaí siga penando;
y lo que es peor, que contra su voluntad despose
a quien, con despiadada crueldad, me hizo este daño.


_Recoge una gota de néctar de rocío en la parte plateada de la hoja del yagrumo y dásela a tomar a Cohaí antes de que
la última oscuridad de la noche se desvanezca con la llegada del día. _Le indicó Yocahú.

Cuando fueron a buscar a Cohaí para la ceremonia de la boda, la encontraron muerta.
Hoy sobre su tumba florece una pequeña planta. Planta que cierra sus hojas ante todo el que la toca; excepto al ruiseñor,
quien, antes de acariciarla, para dejarle saber que es él, le canta así :



_Escucho el susurro acompasado y frágil
polen multicolor de mariposa
que flota cual suspiro enamorado,
que cual suspiro enamorado flota...
Es el beso de luz de una alborada
que ciñe su diadema diamantina
y troca su fulgor en suave rima.
Eres tú, amor, que esperas mi llegada
y al trino de mi amor suspiras.


La flor de moriviví le responde:



_Antes de oír las notas
adulzar el silencio con tus trinos
temblaron mis estambres y mis hojas.
Presentí tu llegada, y mi suspiro
fue fragancia y despertar de aurora.
El gorjeo de tu voz es melodía
que ahuyenta mi nostalgia con su canto.
Anhelante, ya estoy de tu caricia.
¡Unamos nuestro ser, en tierno abrazo!


Al caer la tarde, en el recodo del valle donde se encuentra la tumba de Cohaí, una flor, mimosa y púdica,
junto a un enamorado ruiseñor, la melodía del amor musita.



Alemany



El origen de este apellido alcanza tiempos muy remotos. En historias, crónicas e instrumentos de gran antigüedad se encuentran datos que intentan explicar su origen, muchas veces a través de la fábula.

Antiguas crónicas de Catalunya, a las que Pedro Tomich sigue en la suya, refieren que en tiempos del príncipe franco Carlos Martel, que tenía en su nombre el gobierno de Guiana o Aquitania, el caudillo Otger Catalón, era Señor de un castillo denominado Catalón, por lo que le llamaron Otger Catalón. Este caudillo, ayudado de nueve insignes capitanes, decidió en el año 733 la empresa de pasar a Catalunya a pelear contra los moros. tras ganar la Cerdanya, continuaron camino hacia la ciudad de Gerona, poniendo cerco a la villa de Empuries.

Añaden las crónicas que Carlomagno, una vez ganada Catalunya, ordenó se estableciesen nueve condados, señalando a cada uno sus límites e instituyendo entonces las nueve varonías que se dieron a los nueve capitanes: Dapifer de Montcada, Galcerán de Pinós, Hugo de Mataplana, Gelcerán de Cervera, Garcerán de Cervelló, Geraldo de Alemany, Bernardo de Anglesola, Gisperto de Ribelles y Bernardo Roger de Erill. Todos estos caballeros adoptaron dichos nombres de las tierras que recibieron, pues muchos de ellos eran extranjeros. Sin embargo, muchos historiadores posteriores han desmentido los hechos relatados anteriormente, llegándose a la conclusión de que lo único cierto es que el apellido Alemany o Alamán procede de aquellos caballeros de origen alemán que, en distintas épocas, pasaron a Catalunya y Aragón a pelear contra los moros, quedando allí establecidos.

De Catalunya y Aragón pasó el apellido a Valencia, y el cronista de Jaime I de Aragón, mosén Jaime Febrer, cita al caballero Raimundo Alemany, esforzado guerrero que se distinguió mucho en la conquista de aquel reino a los moros.
Joan Alemany, que era "mestre forjador serraller", se comprometió, en el año 1378, a fabricar un reloj con campanas y esfera que le fue encargado por los Jurados de la ciudad de Valencia.

A Aragón pasaron ramas de los Alemany de la prov. de Lleida, que fueron señores de Guimerá (Urgell), así como de Bellpuig, Tortellé, Biure, Estela y Vilagelans, además de barones de Conat. A Carlos Alemany de Bellpuig le fue concedido, en 1708, por el Archiduque Carlos de Austria, el título del Condado de Alemany.

Unos Alemany, en Cataluña y Aragón usaron: En campo de plata, tres alas bajadas, de gules, que fueron las armas primitivas de este linaje.

Parto de lágrima y esperanza.

Hijo, desgarro del latido hiriente,
tu carne de mi carne, en lejanía,
martiriza los surcos de mi mente,
me anega de mortal melancolía,
voz de la sangre ardiente,
triste canto de cisne en agonía.

Te asola, te enloquece
la fuerte tramontana
y tu blanca paloma desfallece
en la afásica torre sin campana,
mientras en mi anochece
tras el roto cristal de tu ventana.

Duelo de amor y muerte,
entraña maternal que te reclama,
cascada carmesí que mana inerte,
pulso vital que en río se derrama,
líquida cuna que en el mar se vierte,
sangre fogosa que tu ausencia inflama.

Mi cálida nostalgia se hace llanto;
la dura y fría escarcha de mis ojos
resbala hasta mis pechos, y amamanto
los míseros despojos
de tu pueril encanto,
y se sublima en mis carbones rojos.

Soy un grito animal de arteria rota,
matriz de la orfandad,
tu fontana esencial de la que brota
un cieno condenado a sequedad.
¿Te harás risueña espuma en la remota
playa de la verdad?

Parto de beso, lágrima y quejido,
parto de beatífica esperanza,
parto de tu mirar amanecido,
imagen, semejanza,
de un Dios enamorado y conmovido
que, por su noble alianza,
dará a tu rumbo idílico sentido

Emma Margarita Valdés

Los momentos compartidos


Los momentos compartidos en silencio,

las caricias regaladas con amor,

tus manos en mi regazo

sintiendo mi corazón.

Entre sollozos mi seno

te dará consuelo y calor

y juntas creeremos que el mundo

por un instante paró su reloj.



Tan difícil, grito al cielo,

que el mundo llegue a entender,

mientras aferras mi pecho

y llegas a adormecer

cuan puro este sentimiento de amamantarte, mi bien.


Ana Ortega