lunes, 23 de marzo de 2009

Adictos al sexo




En un estudio reciente sobre la adicción sexual, Patricia Matey comenzaba diciendo: “La adicción al sexo es una de las dependencias menos confesadas y visibles de todas las que existen. No obstante, ha aumentado el número de pacientes que pide ayuda debido a las consecuencias de su trastorno: ruina económica, matrimonios rotos, problemas laborales, ansiedad y depresión”.

Los expertos señalan que este trastorno no es nuevo, aunque solo recientemente ha sido reconocido como un serio problema social, con consecuencias semejantes a las de otras adicciones más conocidas, como el alcohol, las drogas o la ludopatía.

A diferencia de otras adicciones –señala José Ramón Ayllón–, la dependencia sexual puede adoptar múltiples formas: desde la masturbación compulsiva a los abusos sexuales, pasando por relaciones con múltiples parejas heterosexuales u homosexuales, encuentros con personas desconocidas, recurso continuo a la pornografía, prostitución o líneas eróticas, exhibicionismo, pedofilia, turismo sexual, etc.

El comportamiento compulsivo sexual se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales y los pensamientos eróticos se convierten en engañosas válvulas de escape de los problemas laborales, las relaciones rotas, la baja autoestima o la insatisfacción personal.

Los adictos al sexo son hábiles en el disimulo, porque su problema les avergüenza. Pero, con frecuencia, su dependencia se acaba sabiendo. “Algunos acuden a la consulta –explica Roselló Barberá– cuando las facturas del teléfono de líneas eróticas o los contactos con prostitutas les han arruinado económicamente o su cónyuge les ha descubierto. Otros deciden pedir ayuda porque quieren poner fin a una adicción que está haciendo naufragar su matrimonio, les ha causado problemas legales o les está empujando al suicidio. O porque su dependencia les lleva a hacer cosas que nunca hubieran imaginado, y eso les causa un sufrimiento insoportable.”



Siempre alguien paga por ello

La incontinencia sexual suele traer, después de los primeros momentos de goce, una pesada impresión de insatisfacción, de error, de disgusto. Sabes que has hecho algo indebido. Es fácil que te sientas descontento, culpable, degradado. Después, con el tiempo, quizá llegues a racionalizarlo de alguna manera y consigas olvidarlo, o considerarlo normal, o incluso positivo, pues cuando el pecado se convierte en hábito, su dependencia dificulta cada vez más discernir lo bueno y lo malo. Cuando se antepone el placer a la responsabilidad, siempre hay un precio que pagar. Los que creen poder conseguir lo uno y lo otro se dejan engañar con demasiada facilidad.

La obsesión por la satisfacción de los propios deseos ciega a quien la sufre. Impide ver el efecto perjudicial que ese comportamiento tiene sobre los demás. Pero alguien, en algún momento, tendrá que pagar por esas claudicaciones. Puede que sea una persona con cuyos sentimientos más íntimos has jugado; o una criatura aún no nacida que acabará sus días en un cubo de basura, condenada porque fue el resultado de un “error”; o un matrimonio, y quizá unos hijos, destrozados por una relación adúltera frívola y absurda. Un egoísmo disfrazado de amor que ha roto un compromiso, ha allanado los derechos de otro, o ha convertido a unos niños en víctimas inocentes.

Siempre hay alguien que paga por ello. Entre otras cosas, porque quien nunca falta en esa cadena de quebrantos es uno mismo. Tolstoi aseguraba que el hombre que ha conocido a varias mujeres para solo su placer, ya no es un hombre normal, sino alguien que difícilmente dejará de ver a la mujer como a un objeto. Será un hombre que necesitará, para volver a ser normal, todo un proceso de rehabilitación. Un hombre que pagará un alto precio por haberse dejado seducir por esa máscara del amor.


Una sensación de inquietud

Hay que ser generoso, preocuparse de los demás, o acordarse de los pobres, la mayoría de la gente lo escucha con aire distraído. Pocos se sienten interpelados.

Sin embargo, sorprendentemente, cuando la Iglesia habla sobre la castidad, muchos se rasgan las vestiduras y dicen que es una especie de represión absurda e intolerable, un resto de antiguos puritanismos y anacronismos ridículos.

—¿Y por qué crees que hay una reacción tan diferente ante unos temas y otros?

No lo sé. algunas Iglesias se limita a hablar, no les está forzando a nada. Pero se ve que ante este tema experimentan una profunda inquietud. Quizá haya algo de mala conciencia, si reaccionan de modo tan crispado y vehemente.



Los engaños más habituales

—Muchos dicen que nadie puede dictarles lo que tienen que hacer con su sexualidad. Que para ellos “vale todo”.

Desde luego, yo no voy a dictarles nada. Pero me parece que ese modo de hablar es una forma un poco tosca de eludir la realidad moral.

En cualquier análisis sobre lo que debe o no hacerse, decir que “vale todo”, es como decir que nada vale, pues, al hablar así, todo diálogo y todo uso de la inteligencia pierden su sentido. No parece un buen enfoque para hablar de valores ni para llevar una vida razonable.

De todas formas, pienso que es una actitud que, como todas, hay que procurar comprender. No creo que haya que responder a esas personas con prepotencia ni menosprecio, pues todos esos planteamientos suelen responder a una crisis personal que cuesta superar, y lo más sensato es manifestar una comprensión sincera, y no enfrentarse sino ofrecer ayuda.

Como ha escrito Carmen Martín Gaite, para muchos el sexo es “un intento de remediar el aislamiento personal, pero que solo lo proyectan fuera de sí. Y aunque, en el mejor de los casos, pueda coincidir con la proyección fuera de sí que desencadena el aislamiento del otro, siempre se tratará de individuos que, si comparten algo, es un estado de crisis. La crisis más intensa que se pueda imaginar, pero al mismo tiempo la más insignificante. Lo mismo que las olas: perseguirse, gozar y luego deshacerse por separado”.

Esas personas deberían comprender que desentenderse de la ley moral acaba tarde o temprano en serios disgustos. Así queda reflejado con brillantez, por poner un ejemplo, en la película “Infiel”, de Liv Ullmann, que aborda con cierta profundidad el drama del adulterio. Cuando dos personas inician una relación adúltera, piensan quizá que es como un juego para adultos. Los principios morales desaparecen. Amémonos al límite, seamos felices juntos, olvidémonos de qué es bueno y qué es malo, que no pasa nada.

Sin embargo, tarde o temprano descubren que no da igual olvidarse de la naturaleza y de sus leyes. Querían hacer como que eran dioses que se dan a sí mismos su naturaleza y sus leyes, y no tardan mucho en comprobar que se han mentido a sí mismos, y sobreviene entonces la consiguiente tragedia. Querían jugar a que no había principios morales, y súbitamente aquella simulación y aquel fingimiento se desmoronan.

Lo que era un matrimonio unido, una hija feliz, un buen amigo, acaba todo deshecho por la irreflexión, por el egoísmo de la sensualidad que ciega y lleva a la irresponsabilidad, e incluso a la crueldad, a destrozarlo todo. Las víctimas son ellos mismos, sus familias, esa niña que ha sido utilizada en el juego de adultos, arrollada por un torbellino emocional que desgarra su vida, sin entender bien cuál es su papel en esa historia de deslealtades.

—Pero los modelos de castidad que muchas veces se nos han presentado suenan a rigorismo, a represión, a algo antiguo...

En cuanto a lo de antiguo, habría que decir que el relajamiento en la conducta sexual es mucho más antiguo. La laxitud de costumbres en estos temas está presente desde épocas muy primitivas, como bien atestigua la historia.

En cuanto a los viejos y necios rigorismos, estoy de acuerdo en que conviene romper con las visiones timoratas o encogidas de la sexualidad, pero no sería sensato invocar esos errores para justificar otros. No se trata de defender antiguos puritanismos, ni de volver a la época victoriana, ni a la Edad Media. Se trata de caminar hacia la verdad sobre el hombre.

—Otras veces lo que piensas es que todas esas ideas que dices son muy bonitas, estupendas, pero demasiado difíciles, y que lo realista es aprovechar un poco los pocos placeres de que hoy se puede disfrutar...

Ese señuelo que describes se ha presentado siempre ante el hombre, y no solo para seducirle por los placeres del sexo sino por otros muchos caminos. Son razonamientos muy parecidos a los que se hace quien cae en las redes de la mentira, el alcohol, el juego, o la comisión ilegal.

Todas las deslealtades y todas las infidelidades suelen empezar poco a poco, con pequeños hábitos, sin movimientos ni quiebras violentas, sin derrumbamientos repentinos..., pero cuando uno se quiere dar cuenta está enganchado. Son –en palabras de Robert McCammon– “monstruos horribles que se cuelan en las casas, retorcidos y sonrientes detrás de la cara de un ser querido”.

Por eso, en los momentos de tentación hay que levantar un poco la mirada hacia el tipo de persona que uno quiere ser, hacia la necesidad de alcanzar un dominio sobre los propios instintos para así fortalecer la propia afectividad y ser una persona honesta.

—Sí, pero cuando estás en esas tesituras no sueles querer pensar mucho en el futuro, piensas sobre todo en el presente...

Es cierto, y ese es casi siempre el juego dialéctico de cualquier tentación. Su principal empeño es impedir que pienses en el futuro. Su triunfo es conseguir que pienses solo en ese placer cercano, de ese momento. Su gran logro es..., en definitiva, que no quieras pensar. Pero bien sabemos que la calidad de una persona se muestra, entre otras cosas, en que es también capaz de pensar con sensatez cuando la tentación arrecia.

O que, al menos, es capaz de darse cuenta de que las cosas no son como las ve cuando está bajo el hechizo de la tentación, sino que son como las veía cuando pensaba con lucidez.

País de las flores


En el País de las Flores reinaba la amistad, la felicidad y la alegría, y eso se reflejaba en las flores que crecían por todas partes. Flores blancas, amarillas, rojas, verdes, rosas, azules..


¡Sí, también había flores azules!. Había flores de todos los tamaños, formas y colores.


Los pájaros cantaban de alegría ante tanta belleza. Al llegar el invierno Pichín, un pajarito azul tenía que emigrar con mucha tristeza y buscar otro país más cálido,, aunque nunca encontraba un país tan hermoso como el País de las Flores.


En este país siempre había flores, incluso en invierno, las flores crecían entre la nieve y el hielo. El secreto de este misterio era la paz y el amor que practicaban sus habitantes.


Pero este invierno sería diferente…


Andrés y Jaime eran dos hermanos gemelos que siempre habían compartido todo, eran muy amigos y nunca habían discutido, al igual que el resto de habitantes del País de las Flores.

Por su cumpleaños, su mamá les regaló una bicicleta a cada uno, una era de color verde y la otra era de color azul. Cuando los niños vieron las bicicletas se pusieron muy contentos, pero ambos querían la bicicleta verde. A la mamá de los niños le fue imposible encontrar otra bicicleta verde, así que les dijo: “Ninguno cogerá una bicicleta hasta que no os pongáis de acuerdo y hagáis las paces” Los niños se enfadaron muchísimo y prefirieron no jugar con las bicicletas antes que ponerse de acuerdo.


Se enfadaron tanto que la paz y la alegría del País de las Flores desapareció. Las flores comenzaron a desaparecer poco a poco, hasta que los colores desaparecieron y todo tenía un triste color gris.


Al llegar la primavera, Pichín volvía con alegría a su país favorito, pero al llegar no podía creer lo que estaba viendo. Los campos y jardines ya no existían, todo el mundo estaba triste y enfadado, ya no había flores y el color y la alegría se habían transformado en tristeza. Pichín vio una florecilla que apenas tenía fuerza para permanecer de pie, se acercó a ella y le preguntó ¿Qué ha pasado con las flores? ¿Por qué hay tanta tristeza? La flor apenas podía hablar, pero le contó todo lo que había pasado.


Entonces Pichín comenzó a volar sobre el país buscando a los hermanos pero la tristeza había invadido todas las casas y era imposible localizarlos, así que comenzó a cantar, fue de casa en casa alegrando a todos los niños y niñas, que al oírle salían de sus casas asombrados de que alguien estuviera tan contento como para cantar.

Poco a poco todos fueron recuperando la alegría y las flores comenzaron a crecer, llegaron más pajarillos que ayudaban a Pichín a devolver la alegría y la vida al País de las Flores. Y así poco a poco todo volvio a ser como antes, todo menos la casa y el jardín de los hermanos que habían discutido..


Ahora le fue más facil a Pichin encontrarlos, ya que en todas partes crecían las flores menos alrededor de la casa de Andres y Jaime. Entonces Pichín y sus amigos se acercaron a la casa y todos juntos comenzaron a cantar con mucha alegría, tan fuerte cantaron que Andrés que estaba en la planta de arriba se asomó por la ventana para ver que pasaba, Jaime que estaba en el garaje tambien se asomó muy curioso para ver que pasaba.


Los dos hermanos corrieron a la puerta de la casa y se quedaron boquiabiertos contemplando como los pájaros cantaban frente a ellos y como los niños jugaban juntos con alegría y las flores crecían por todas partes, les dio mucha tristeza ver como en su casa no había flores y toda su familia andaba triste y muy preocupada, entonces Andres y Jaime se miraron y con los ojos llenos de lágrimas se dieron un gran abrazo. ¡Por fin hicieron las paces!


Las flores comenzaron a crecer también en su jardín y su mamá que vio como se abrazaban se puso muy contenta y salio para abrazarles también.


Después de todo el invierno sin jugar Andrés y Jaime aprendieron discutir por un juguete no es motivo para que la tristeza gane a la alegría, desde ese momento compartían todo y no había nada que no fuera de los dos.

¿Qué nombre lo pondremos?



NIÑOS


Adelmaro: Griego Ilustre por su estirpe.

Adelmo: Germánico Noble protector.

Ademar / Adimar / Ademaro / Adhemar: Germano Que es ilustre por sus luchas. Célebre y famoso combatiente.

Aderaldo: Germánico El de noble gobierno

Adiel: Hebreo Fue adornado por Dios.





NIÑAS


Adoración: Latin En oración, nombre místico.

Adriana: Latin Natural de la ciudad hadria que dió nombre al mar adriático.

Afra: Latino La que vino del África.

Agapita: Griego La que es muy amada y querida.

Agar: Hebreo La que se fugó.

Volviste a ser mía


Solito y muy triste
me quede sin ti
y mucho sufrí
desde que te fuiste.
Pero, ahora volviste
de nuevo, mi cielo.
Ya no me desvelo
como antes lo hacía.
Volviste a ser mía
y a darme consuelo.

Siento la tibieza
del sensual abrazo
sobre tu regazo
lleno de pureza;
donde la tristeza
cosa es del pasado.
Feliz a tu lado
me siento en la gloria
y una nueva historia
hemos comenzado.

Las sombras que un día
nos atormentaron
atrás se quedaron
en la lejanía.
Sin melancolía
desecho el pasado.
Te tengo a mi lado
y eso es lo que cuenta.
Cesó la tormenta
y todo ha cambiado.

Ya nadie en la vida
podrá separarnos;
habremos de amarnos
con pasión sentida.
Paloma querida
mi ser he de darte.
Vivir para amarte
será mi destino,
pues, de mi camino
no habré de apartarte.

Andrés Díaz Marrero

Mi dolido llanto


Conmueve hasta el cielo
mi dolido llanto,
amargo quebranto,
triste desconsuelo.
Anuncia en tu duelo
que yo te he perdido
y que se me ha ido
lo que me alegraba
pues, tierna llenaba
de calor mi nido.

Silencioso velo
sobre mi pusiste
y mi verso triste
convertiste en hielo.
Congeló mi anhelo
el amor mentido
hirióme el sentido
me robó la calma
y hoy llora mi alma
con llanto dolido.

La naturaleza
hoy llora conmigo
la lluvia es testigo
de esta honda tristeza.
Mi dolor no cesa
me encuentro perdido.
Busco dolorido
la huella que anduve
cuando yo te tuve
dichosa en mi nido.

Dispuesta mi suerte
por siempre adorarte;
a nunca olvidarte,
a siempre quererte.
Ya no puedo verte
pero no te olvido.
Por lo recibido
perdono la ofensa
que el amor dispensa
cuando se ha querido.

Andrés Díaz Marrero

Arilla


Antiguo linaje aragonés que consta documentado desde el siglo XVI. Tuvo casa solar en el lugar de Solanilla (Huesca), de la que descendió:

- Pedro de Arilla, que contrajo matrimonio con Ana de Buesa, siendo hijo de ambos:

- Juan de Arilla, que casó con María Ciprés (hija de Simón Miguel Ciprés y Catalina Javierre), en quien tuvo a:

- Juan Pascual de Arilla, natural de Solanilla (Huesca). Era estudiante y cuando contaba más de 18 años (en 1686) fue opositor a familiatura del Colegio Impe-rial y mayor de Santiago de la Universidad de Huesca.

Así consta en algunos expedientes genealógicos que se conservan en el Archivo Histórico de Huesca.

Ramas de este apellido pasaron a la vecina Cataluña, afincándose en varias de sus poblaciones, principalmente en la ciudad de Barcelona.

En relación al origen etimológico y significado del apellido Arilla nada dicen los tratadistas por nosotros consultados. Probablemente su forma ha evolucionado de tal manera, que resulta irreconocible su procedencia.
En nuestros días las ramas principales de Arilla siguen radicando en Aragón, en especial en las provincias de Zaragoza y Huesca; con asientos en las capitales de ambas y en Alagón, Borja, Castilliscar, Egea de los Caballeros, Epila, Plasencia de

Jalón, Villanueva de Gállego y Binéfar, entre otras poblaciones.
Armas: unos Arilla de Villanúa, documentados en varias poblaciones aragonesas, usaron: En campo de azur, sol en el ángulo izquierdo y águila sobrevolando y mirando al sol.

A mi madre

VII


Suelto el ropaje y la melena al viento,
cual se agrupan en torno de la luna...,
locas en incesante movimiento,
remedan el vaivén de la fortuna.

Pasan, vuelven y corren desatadas,
hijas del aire en forma caprichosa,
al viento de la noche abandonadas
en la profunda oscuridad medrosa.

Tal en mi triste corazón inquietas
mis locas esperanzas se agitaron
y a un débil hilo de placer sujetas,
locas..., locas también se quebrantaron.

Rosalía de castro