lunes, 24 de septiembre de 2007

Mi madre

Aunque soplen con violencia los vientos de la preocupación,

aunque rujan, furiosos, los truenos de la muerte,

en mis oídos, en la agonía, una voz

transforma para mí el silbido del diablo en melodía

y me alegra: es la voz de mi madre.



Aunque para mí se llenen las copas de acíbar,

y aunque el vaso de la vida se me escancie lleno de

amargura,

en mis labios un manantial maravilloso

transforma para mí los vasos de vinagre en vino

y me embriaga: es el nombre de mi madre.



Aunque la desgracia asalte mi corazón

y la aflicción destruya el muro de mis esperanzas,

en la puerta del Paraíso un ángel

desenvaina su espada contra la muerte

y me vigila: es el espectro de mi madre.



Aunque me abata la pérdida de mis bienes,

de mis amigos y de mis bellos poemas,

poseo un tesoro -¡Dios lo conserve!- más valioso

que corona guarnecida de perlas:

es la ternura del pecho de mi madre.



Aunque, ¡oh Dios!, en el día terrible

decretes para mí, con tu justicia, el fuego eterno,

tengo la esperanza de que llegará un día

en que perdonarás en el infierno a un culpable:

tu corazón no será menos piadoso que el corazón de mi madre.

Rasid Salim Juri Al. Qarawi Barbara, Líbano, 1887.

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